5 de diciembre de 2023

Al día más triste de mi vida le sucedió el dolor, el olvido y la negación

 El sábado 2 de diciembre fue el día más triste de todos. 

Sin querer me desperté a las 9:45. Mi móvil en silencio brillaba con el mensaje de mi madre a las 9:43:

"Hola hija, 

Creemos que el gato ya no

aguanta más

quieres venir?"


Despegando mi última pesadilla, intenté tirarme de cabeza dentro de la siguiente:

"se muere?"

"yo creo que sí

y papá también lo ve"


Corriendo me pongo los calcetines, y aviso a Pablo, 

Pablo, mi gato se muere

Yo me voy ya, si quieres ven. 


Y corriendo crucé la calle muy bien sin saber a dónde iba, sin saber qué se hace, cómo debo de sentirme o qué tengo que pensar. Salí corriendo con el pijama y mis deportivas sin querer llorar todavía pero preocupada por si ocurriría. Pienso que soy fuerte, que puedo controlar estas cosas. 

Entro a casa y me sorprende mi padre con los ojos tan llorosos que parecen legañas, mi madre más tarde escondida en la cocina. Párpados llenos de lágrimas, tristeza, desesperación, sueño, no sé. 

¿Qué se supone que se hace en estas situaciones? Tres adultos de golpe pierden los años, los tiran y se pierden. Tres adultos que buscan a su madre porque no saben muy bien qué hacer. Tres adultos que quieren simplemente huir y dejar que lo más duro lo decidan otros, que vengan sus padres a ponerle remedio. 

Mis padres y yo lloramos por un animal. ¿Un animal? ¿Es que era un gato? ¿No era nuestro Chiquitín? Avanzo despacio y me espera en el salón. Sentado, la mirada perdida, los mofletes hinchados y el cuerpito encogido. Ya no nos mira, ya no nos oye, ya no gira la orejita si digo su nombre. El pobre solo es un fragmento, un trozo de cuerpo que tiembla con el viento. 

No bebe agua, no come paté. Le cojo en brazos y no pesa. Si cierro los ojos, podría decir que sostengo el aire. Le abrazo con cuidado, siento sus huesos rozar mis manos. Le abrazo y ya no bailo, no danzo, me quedo quieta y, por si funcionase, le paso mi energía, mi amor, mi cariño desde el pecho hacia el suyo. Pero no se inmuta, no protesta ni se acurruca. No ronronea, ni deja despreocupado su cabeza sobre mi hombro. Pero es él. Es mi Chiquitín. Es mi chico, mi bebé. Sigue siendo él. 

Le coloco en un pequeño puf y con problemas se tumba. Hace el ademán, se vuelca un poquito, pero su cuerpecito no llega. Despacio le ayudo, coloco su cabeza sobre la superficie y se deja tumbar. El dolor sigue en sus ojos. Coloco mi cabeza al lado de la suya, frente a frente. Sus ojos no se cierran y hablan sin parar. Su cabecita tan pequeña que no entiende lo que pasa, no sabe cómo arreglarlo, cómo hacer que todo pare. La mía mientras tanto adelanta sus propios pensamientos a 299 792 458 metros por segundo. De golpe, el mundo desaparece y yo cubro la patita de mi Chiquitín. Sé que esta es la última, así que intento grabar con todas mis fuerzas cada pelo, pestaña y bigote. 


Pero eso es lo que me da más miedo. Días después ya te has ido y sigo llorando. 

Pero tengo tanto miedo. 

De dejar de hacerlo algún día. 

Tengo miedo de que acordarme de ti duela menos porque me acuerdo menos. Tengo miedo de que pases a ser una parte antigua de mi vida, solo un recuerdo. No quiero olvidarme de tu olor a gato, tus patitas amasadoras, tus maullidos insistentes, tu necesidad de cariño constante, tu forma de responderme, de oirme y correr. Tus patitas caminando por el parqué, tu pelo al sol brillante y naranja. Tu radar para subirte en mi pecho si estaba triste. Tu sed y tus formas raras de beber. No quiero olvidar tu carita al sol, con los labios ligeramente abiertos para saborear sus labios. No quiero perder tu calorcito en invierno ni en verano. 

Se me olvida tu cara y miro tus fotos. Y lloro. Y si no lloro, lloro porque me da miedo. Porque han pasado pocos días y ya estás lejos. Mi cabeza ya lo asimila pero no quiero que vaya tan deprisa. 

Serías solo un animal, pero eso duele más. 

¿A dónde te has ido? Ya no puedo hablar contigo. Ya no tengo gato. Ya no tiene sentido. Ya no estás. Y no tiene sentido. Eres un gato. Pero te he querido y te quiero tanto. 


26 de junio de 2023

Fracasada.

Siento como fracaso. Día a día, los minutos. Tomo decisiones que me llevan al fracaso. Mi cuerpo se ablanda, mi mente se nubla, las palabras se marchan y el pecho se hincha. Poco a poco, siento como fracaso. La decepción, el dolor ausente, el estrés pasivo de ser lo que me corrompe y tener en mis manos el antídoto del veneno. 

El veneno. El veneno soy yo. ¿O no? 

Me levanto, me acuesto, pero no avanzo. Sigo sintiendo que esto no funciona. Disfrazo pequeñas victorias de grandes pasos, pero no estoy llegando a ningún lado. No me muevo, solo cambio de lugar. Quizás ni si quiera eso. 

Es que tenía tantas grandes expectativas por la Elena del futuro. Quería ser alquien, quería cambiar el mundo. Pero aquí está, dejando en pausa todo mi trabajo. Dejando de lado sus sueños por cosas que no sabe ni si funcionan, o si deberían seguir funcionando. Con dolor de muñecas, dormidos los brazos. Un cuello avanzado, angustioso. Una cabeza gacha, espalda encorvada. 

Cada mañana despierto pronto por miedo a que el tiempo me pille. Pero abro los ojos, son las 9 de la tarde y mis sueños siguen siendo bruma negra, arena disuelta que no soy capaz de guardar en ningún lado. 

Paso a paso, paso a paso. Elena, ve paso a paso. 

¿Y a dónde voy? ¿Con qué fuerzas? ¿Cómo lo hace el resto del mundo? No sé hacerlo. No sé ser así de fuerte. No tengo esa fortaleza, ni voluntad, ni potencia. No tengo nada. Me canso, bostezo a la 1 de la tarde, como por inercia, ando por costumbre. Interpreto un papel que se pega a mis costados, que ya no soy capaz de dejar atrás. 

Qué estoy haciendo. Qué me está pasando. 

6 de junio de 2023

 Me estoy ahogando. 

He abierto todas las ventanas, porque el aire se ha vuelto grueso y cuando respiro, se me atraganta entre las costillas. Intento respirar con más intensidad, pero tampoco lo soluciono. Solo me duele más la nariz. Me ahogo más de pensar que me estoy ahogando. Se me cierra la garganta porque el aire se acumula en mi tráquea hasta dejar un fino paso. El oxígeno me atraviesa, danza a través de él pero no llega a ningún lado. Se sigue atascando. 

Luego seguiré porque no tengo nada de tiempo. 

Pero me siento sola en casi todos los sentidos. 


En el físico y en el emocional. 

Como que la gente va y viene pero no es de calidad. No me saco esto, no respiro, no estoy tranquila. 


20 de marzo de 2020

Este blog es lo más bonito que tengo y no pienso dejarlo de lado la verdad.

19 de marzo de 2020

abril, mayo, marzo, siempre igual.

No sé qué tiene la primavera, que la sangre altera.

Nos conocimos al mismo tiempo, pero nada fue igual.

Nadie es igual, nadie es comparable.

'Nadie te va a querer como te he querido yo'

Y esas palabras me las llevo conmigo, a donde vaya,

Me las tatúo, me las guardo en un bolsillo.

Porque yo tampoco creo que vaya a querer a alguien como te he querido a ti.

Porque siempre vuelvo en marzo.

Porque siempre he tenido las cosas claras pero nunca lo saco fuera de mi.

Siempre lo he sabido pero he huido, he intentado entenderlo mejor.

Cosas que no necesitan explicación, que no hay que entender.

Quién es un idiota, es un idiota.

Y quien merece la pena, merece la pena.

Siempre me dan las crisis en primavera. 

somos demasiado complicados, no sabemos nada

Y no aprendo, no dejo que pase el tiempo. Hago daño a quien me quiere y me dejo hacer daño por quien no. Cierro los ojos cuando quiero, me encierro en mí misma, también. Apago todas las alarmas porque así estoy más a gusto, porque hablan demasiado alto.

Y hago daño a quien me quiere, a quien me trata bien. Has sido tan bueno conmigo, tú me has ayudado tanto, has sido tan buena amiga. Pero sigo corriendo, sigo perdiendo el aliento al tiempo que me alejo cada vez más.

Porque cuando todo está demasiado bien, me agobio. Porque parece que voy a tientas partes de mi piel que arañar, que los problemas nunca van a dejar de aparecer porque yo no paro de buscarlos. Busco la tranquilidad pero nado, a contra corriente, buceo cada vez más profundo porque no sé a dónde se supone que tengo que ir. No sé qué se supone que tengo que hacer.

Hago daño, me hacen daño. Todo es un ciclo vicioso que no sé dónde acaba, cuándo acaba. Qué es esto, a dónde estamos yendo. Y no aguanto esta presión, no sé a quién busco. Cuántas más personas conozco más claro lo tengo.

Cuánto más buceo más me acuerdo de la superficie. De lo bien que se estaba al sol. Y me da miedo no volver más, me da miedo quedarme aquí hundida. Porque creo que siempre he sabido lo que he querido, pero nos hacemos daño, te he hecho demasiado daño.

Y esté con quien esté, tú también estás detrás, no puedo dejar de verte, de volver a ti todo el tiempo.
No puedo evitar romperme y ver que sigues entre mis piezas, que formas parte de mi aún. No puedo evitarlo.

Cuánto más lo miro, más segura estoy, la verdad. Cuánto más lo pienso, más sé que lo pierdo, que se desvanece, que ya se ha ido. Que ahora toca hundirse un poco más, que en algún momento saldré a flote.

No me interesa nada, no me apetece nada.
No me interesa nadie, no me apetece nadie. Siempre es lo mismo, siempre ponemos esperanzas en recipientes que creemos vacíos, en personas llenas de ganas. Proyectamos lo que queremos pero cuando dejamos de verlo reflejado, cuando las piezas van cayendo y ya solo quedamos nosotros, se van, huyen y te abandonan y van buscando nuevos recipientes.

Ojalá siga habiendo partes de mi en ti.
Ojalá alguna vez volvamos a ponerlas en común.

Ojalá algún día salga a la superficie.
Ojalá sigas tú ahí.

23 de marzo de 2019

lo siento si te confundo porque yo también estoy confundida.

a veces sonrío y al segundo me pongo a llorar. no sé que me pasa. y así con todo. porque dejo que todas estas canciones me afecten más de lo necesario y al final acabo por creerme todo lo que dicen. incluso cuando no van por mí. incluso cuando las subes por ti, incluso cuando las subes por nosotros. porque un día quiero lo que me agobiaba el día de antes. y otros estoy dispuesta a darte todo, todo de mí. pero me canso tan  rápido, y estas canciones me afectan tanto...

y es que a veces sonrío y al segundo me pongo a llorar. ni de felicidad, ni de tristeza. de impotencia por no saber qué hacer. porque nadie puede tomar esa decisión por mí. porque todos los días me levando con la misma duda y millones de posibilidades. adoraría poder decir que todo o nada. me encantaría poder mandarlo todo a la mierda e irme a vivir a Viena. te juro que a veces creo que esa es la única solución, que vuele tan lejos que la gente pase de buscarme. 

joder por qué sonrío y al segundo me pongo a llorar. no tiene sentido. estoy loca. y todo me afecta demasiado. dejo que todas estas canciones me afecten más de lo necesario. pienso más de lo necesario cuando la solución siempre está delante de mí. pero le doy más vueltas y se difumina. me mareo y ya no puedo verlo todo tan claro. esque voy dando tumbos pero nunca acabo de caerme, nunca llego a estamparme, nunca me hago daño del todo. solo estoy aquí, colgando.

llorando, en un segundo sonriendo de nuevo. 

28 de febrero de 2019

don't wait 4 anyone

algo nuevo. distinto. aire fresco.

siente ese hormigueo en el pecho, cuando tienes ganas de que algo pase. un poco de ilusión a lo mejor. esperanza, quizás. así que espera y no para de esperar a que alguien venga, a que se abra una ventana. va por las estaciones mirando hacia abajo pero con la música tan alta que no puede oír a nadie más. en su mundo, esperando. y coge el tren, mira por la ventana, cómo el paisaje se difumina y ella sigue estable, por una vez. con las piernas encogidas y la espalda destrozada, pero con ganas de que algo pase. esperando. baja y camina medio bailando porque la canción que está sonando le gusta demasiado, porque le llega al corazón, a las piernas y hasta los problemas. pero sigue esperando.

y nada viene.

porque nada vendrá si esperas, si no te mueves, si dejas que todo pase frente a ti y te quedas indiferente.

26 de febrero de 2019

y déjame ir.

tengo millones de cosas que hacer que no quiero hacer. que estas ideas se desvanezcan, que se las lleven las olas. que se deshagan en la arena. que floten, que se hundan, que se vayan de aquí. no paro de darle vueltas, una y otra vez. no se van, joder. y es enfermizo. porque parece que todo va bien hasta que llegan las 10 de la noche y todo se vuelve negro de nuevo. hasta que me doy cuenta de lo que me cuesta desprenderme de las cosas y lo fácil que es dejar ir el tiempo. dejar pasar las horas. mientras me muero un poco más.

de camino a casa a veces canto sin querer porque soy capaz de olvidarme de todo. cuando no estoy en ningún lado, cuando ando, cuando me siento sola, se me olvida todo. cuando soy capaz de apagar el móvil y salir a correr. no quiero llegar a ningún lado, me gusta demasiado el viaje de vuelta a casa, cuando lo complicado está atrás.

olvídate de mí.

4 de junio de 2018

piénsalo dos veces antes de hablarme

Cuando era pequeña tendía a hacer de cada cosa que me pasaba un mundo. Lo exageraba todo lo que podía hasta que conseguía sentirme una mierda, o quizás hasta respirar mejor. Y lloraba como no he llorado en mucho tiempo. Pegaba gritos que me sacaban de la realidad y arañaba el aire en búsqueda de algo sólido a lo que aferrarme. Solo encontraba más oscuridad y dióxido de carbono. Mis lágrimas tenían nombres y apellidos. No era amor, ni amistad. Era tanto odio que me abrumaba, me dejaba ciega. Solo veía el negro de mi habitación, y pequeñas motas de luz bailar en las paredes. Y no entendía por qué, ni veía la salida en ningún momento. Te juro que había momentos en los que deseaba morir, y no lo hacía por orgullo.

Mi madre a veces me encontraba escondida tras la cama o sobre ella, completamente paralizada mientras sostenía mi móvil entre las manos. Leía y releía palabras que ardían más tarde en mi estómago, que fluían en mis venas y se grababan en mi cabeza. Al hablar pensamos que nuestra voz se desvanece con el viento, que lo que escribimos se borra con pulsar un botón. Y no es así, cicatrizan en la piel del que escucha, del que te lee. Él o ella pensará en ellas cada día de su vida y por muchas veces que se diga que ya lo tiene superado, en algún momento alguien pasará un dedo por sus heridas y volverán a abrirse. Y las mías, no sé por qué, siguen a flor de piel. Es como si después de haberlo pasado así de mal mi cuerpo estuviera alerta las veinticuatro horas del día, como si me costara confiar en los demás. En mi misma también. 

Nadie que me conozca lo entiende porque pocos lo saben, pero es algo que me ronda la cabeza últimamente. Que quizás la culpa no es tanto mía por pensar así, sino que simplemente es mi sistema de seguridad. El pasado deja huellas que las olas no pueden borrar tan fácilmente, el viento las erosiona pero solo las hace más grandes. Y ahora que conozco caras nuevas no puedo evitar ver en ellas las viejas. Ni pensar que cada paso que doy es erróneo, que no soy tan libre como pienso. Quiero encontrar una manera de salir de este círculo vicioso pero solo me veo cayendo más y más profundo. Veo la punta del iceberg asomar, cómo mis nervios acaban conmigo. Y al final del día, me veo sola y no me gusta.

merci, merci, merci