29 de noviembre de 2015

Quítamelo.

¿Qué pasa? ¿Desde cuando dos y dos han pasado a ser cinco? ¿Quién se ha llevado el aire? ¿Dónde está mi norte? Y todo estaba en orden. El imperfecto pasa a presente. Y ahora soy caos. Soy enredos, frustraciones, insomnio. Un bulto en una superficie lisa, y que no puedes escurrir. Impotencia y quedarme con las ganas, una vez más. Y cuando llegas hasta la cima, lo único que te queda es descender. Se me acumulan las pendientes, estoy perdiendo la perspectiva, me olvido de si en realidad sigo cayendo. Tengo las manos llenas, pero los dedos débiles, y las muñecas tiemblan. Entre tanta indeterminación se resbalan las intenciones. Digo que estoy cansada y que necesito descansar, pero solo descanso. Mis ojos siguen cerrados. Veo sueños fundidos con un fondo negro, y no puedo enfocar. Las ideas están borrosas, me estoy perdiendo. Siempre estoy perdida. 

No hago más que leer el párrafo anterior y me doy cuenta de que mi caos ya sale a la luz, que digo cosas sin sentido alguno. Tal cual han salido de mi las escribo y no se me podría ocurrir palabras más claras para demostrar que no tengo nada claro. Que mis pensamientos se pelean unos con otros pero siempre acabamos empatados. 

Dios, que dolor de cabeza.

22 de noviembre de 2015

Para cuando vuelvas del partido.

Sinceramente no sé como empezar esto, de verdad. 
Pero pienso en la manera en la que sonríes, y en la que sonrío yo, entre beso y beso, cuando se nos cuelan las palabras, y no sé, quiero llamarlo inspiración. No quiero pasarme con estas cosas, porque me gusta ir poco a poco. Y dejar que nos descubramos, y que te aprendas mis gestos tan bien como yo memorizo el número de veces que me miras. Y por favor, que no se acabe la ilusión, los nervios minutos antes de verte, las ganas de ser yo misma cuando estamos solos. Que Madrid siga siendo un desconocido, perderme de tu mano, y que seas tú el que nos encuentre, 
Eres tú la razón de los céntimos que tiro en café, los "quédate" que ni tú sabes que pronuncias, pero que yo uso como excusa para aguantarme el sueño unos minutos más. Y ya sé qué pasa cuando deja de llover. Y eres tú. 
Doy gracias a las casualidades, a querer las cosas con muchas ganas. A pasarme la vida sentada en la silla de una cafetería y a que dos extraños puedan llegar a ser nosotros. 
Ojalá tenerte más cerca. Ojalá más tartas de queso y perder últimos trenes sin preocupaciones. 
Ojalá más tú, durante un tiempo.

14 de noviembre de 2015

Viernes trece.

Miraba como el sol descendía y se escondía tras los edificios, como sus rayos se agarraban a las ventanas de los cristales, a las sombras de las farolas, que estaban por ser encendidas. No había estrellas, pero los colores bailaban manchando el cielo, confundiéndose y perdiéndose en direcciones equivocadas, tiñéndolo todo de negro. Él dibujaba círculos en la palma de su mano, y sonrió cuando finalmente sus ojos se centraron en su sonrisa. Sus pupilas chocaron de pura casualidad.

El frío se colaba entre capas de ropa, manos se hundían en las mangas de una chaqueta no muy útil. El frío, y sus pensamientos, lo único que podía permitirse. Se preguntó como había acabado así, en la calle. Qué fue lo que le empujó por la puerta, quién le hizo cerrarla de un portazo y por qué estaba abandonándolo todo de esa manera. Y vio a la gente, todos viviendo, respirando los mismos minutos que él, pero de maneras distintas. Y suspiró, para después acoger el aire entre sus pulmones de nuevo. Pero no logró nada. Pensó en lo que había dicho, y en lo que quisiera cambiar. Pensó en sus errores y el peso que encorvaba sus hombros. Una lágrima y el suelo chocaron de pura casualidad.

Alcohol. Los recorría de arriba a abajo, cóntandoles mentiras, obligándoles a soltar verdades. Vagabundos, pero jóvenes y con miles de exámenes por delante. Se tambaleaban de bar en bar, dejándose convencer por los precios de un trozo de plástico, mezclando sus promesas en cristal. Todo daba igual, el mundo no existía más allá de sus ombligos. Y así estaba bien, todo iba bien. Pasos en falso jugaban una mala pasada y veían como el dinero se filtraba en la ropa de otros. El vodka y una camisa chocaron, una vez más, por casualidad.

Nadie se lo esperaba. Cuando todo se hizo caos y silencio a la vez. Cuando algunos no pudieron continuar sus comienzos, acabar lo que habían empezado, o simplemente seguir existiendo. Cuando todo se volvió negro, y no fue culpa del atardecer. Cuando algo explotó. Y sus vidas chocaron, por pura causalidad.

2 de noviembre de 2015

Oscurecimiento a la Luna.

Y entonces sales, y lo ves. Perfectamente alineados, arropados por una manta de nubes tristes, grises,
que acumulan días de tormenta en sus vapores. Y ella es pálida, sin color, tan solitaria que solo su luz la rodea.
Brilla entre la oscuridad, como si nada le importara, como si supiera que en realidad no pertenece a aquel cielo azul oscuro, como si todos esos astros se encontraran a miles años luz, como si no la tocaran. Y sí, nada le importaba.
Te juro que es preciosa, llena de cicatrices poniendo acentos a sus curvas, lagos vacíos que se llenan solo con polvo olvidado en sus dunas. Y reluce, esa mueca en su sonrisa, reluce. Y no para.
Gente la observa y la confunde, no saben quién es, o por qué está ahí. ¿Quién la puso ahí? Algún loco enamorado la dejó olvidada, pensando que ya tendría tiempo de volver. Pero sonó estúpido volver.
Individual flotando en la nada, inmensa como ella misma, sin embargo tan insignificante que solo algunos la pueden ver de verdad. Los románticos, los que se esconden tras la noche, las farolas de una calle perdida. Y los que se olvidaron de que no estaban solos.
Ahora el amanecer la quema, arde en sus llamas y la envuelve en su fuego. Sangra, sangra por cada una de sus heridas abiertas, incluso algunas cerradas que no curaron del todo. Pinta de rosa, de naranja, sobre un lienzo celeste, un invitado que nunca fue deseado. Pero ella sonríe. Y más. Y silenciosamente, para que pocos la oigan, gesticula un adiós.
Y ya no está.