18 de octubre de 2017

Bendita la telefonía.

Una mirada fija en un par de palabras impresas virtualmente. No sé que hay ahí que llame tu atención, pero lo dejo pasar. Nuestra conversación no para de cortarse, hay un millón de silencios, y no estoy muy segura de qué estoy haciendo mal. No paras de mirar esa pantalla. Ilumina la punta de tu nariz, tus ojos brillan como no lo habían hecho antes. Gesticulas, te haces el loco, yo desaparezco por un momento y vuelvo cuando levantas la vista. Hola, soy yo de nuevo. Crees que eres capaz de hacer varias cosas al mismo tiempo, en verdad tu atención solo se difumina a la vez que mis ganas de seguir con esto. Miro a cualquier lado que no seas tú para tratar de olvidar esa pequeña muralla que nos separa, busco un punto en el horizonte que quizás me quite un poco de esta enfermedad. Si pudiera te diría todo lo que se me pasa por la cabeza sin embargo no soy quién para decirte que apagues el móvil, que tu realidad soy yo, aquí, frente a ti. 
Sin quererlo caigo en el mismo juego. Uso pausas para darle al inicio, no te miro a los ojos más de una vez, solo para que no sientas que sigo fuera. No te escucho porque mis sentidos se centran en otro, otras, otros. Te hago preguntas absurdas, no quiero que sepas que realmente no estoy contigo. No estoy aquí.

merci, merci, merci